Mario Ramos
Desde
los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, el fenómeno
terrorista, ha sido de nuestra parte, motivo de estudio y seguimiento
constante.
El derrumbe del bloque socialista había dejado al país sin nombre sin
un enemigo digno de tal atributo, y por lo tanto, sin discurso para su
intervencionismo y demás fechorías imperiales. La implosión de la
U.R.S.S. dejó sin piso el supuesto de que los movimientos sociales y de
liberación existían gracias al comunismo internacional, arenga que dio
sustento ideológico y político al Pentágono para convertir a los
ejércitos latinoamericanos, unos más que otros, en incondicionales
aliados a la hora de reprimir la protesta o insurgencia interna, misma
que tuvo origen en causas económico-sociales y políticas propias de
nuestra realidad, por ello, la caída del Muro no impidió que los pueblos
latinoamericanos sigan luchando por una nueva sociedad y verdadera
democracia.
Desde aquel día, -11 de septiembre-, mucha agua ha corrido bajo el puente, y hoy –entre otras “novedades”- vemos como se emplea mercenarios terroristas en Siria para llevar a cabo los planes de expansión geopolítica del país sin nombre.
El
fenómeno terrorista es antiguo, complejo y vasto; hoy se ha vuelto
herramienta predilecta y dispendiosa de la geoestrategia imperialista.
Actualmente en Siria como ayer en Libia, el país sin nombre está a
punto de convertirse una vez más, como lo han expresado varios
analistas, en la fuerza aérea de Al Qaeda y del fundamentalismo
islámico.
Entre
otros, por este motivo, acusar a alguien de terrorista, no es un asunto
que deba tomarse a la ligera. Las consecuencias de usar impulsivamente
un tema complicado, debilita la capacidad de respuesta que puede tener
un Estado cuando en realidad, -deseamos que esto nunca suceda en el
Ecuador- se engendren grupos terroristas. El Estado ecuatoriano y su
legislación, debe ser preciso en la tipificación del delito terrorista.
La actual reforma
al código penal debe ser aprovechada para fijar conceptualmente de
mejor manera delitos como el ya mencionado terrorismo, para evitar
interpretaciones manipuladas y precisar de mejor manera otros como el de
rebelión, sabotaje, asonada, para que no se confundan las cosas y se
atente a un derecho que tienen los ciudadanos: la protesta pública y pacífica, propia de una sociedad democrática.
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