La democracia
griega, a pesar de sus limitaciones de orden evolutivo e histórico -excluía a
mujeres, extranjeros y esclavos-, tuvo rasgos radicales que asombran. Por
ejemplo, los jurados eran representativos de muchos estratos de la población y
plenipotenciarios. Los griegos no contaban con juristas profesionales, de modo
que eran los jurados populares los que interpretaban y aplicaban la ley; por
otro lado, pensaban que cuando las decisiones importantes dependían de una
élite, ésta adquiría pretensiones de dominio, de ahí que su democracia
propugnaba la participación.
En términos
generales, el pensamiento griego resumía los tipos de Estado en dos, uno, en el
que la soberanía residía en un solo hombre o una oligarquía; y, el otro, en el
que la soberanía reside en los ciudadanos.
Fue en los
siglos XVII y XVIII, que el descubrimiento griego de la democracia adquiere
grandes aportaciones filosóficas de pensadores como Hobbes, Locke, Rousseau o
Montesquieu.
Desde aquella
edad griega hasta nuestros días, el ideal de construir una sociedad y
democracia basada en la participación y el poder popular es una
constante. Se ha reconocido la imposibilidad estructural de participación real
del ciudadano en una democracia puramente representativa; se ha buscado
promover e institucionalizar los contenidos y mecanismos de la democracia
participativa practicados por la humanidad durante su historia; se ha tomado
conciencia que la democracia formal es una amenaza a los actuales problemas de
nuestra civilización y, finalmente, se considera que la ciencia y tecnología
actual debe contribuir a la arquitectura democrática de nuestra sociedad.
La democracia
participativa consiste en la capacidad real que tienen los ciudadanos de
decidir sobre los principales asuntos públicos de la Nación, se trata de un
desarrollo cualitativo de la democracia formal/representativa –en
realidad sustitutiva del ciudadano-, que limita el involucramiento de
todas las esferas de la vida social en la toma de decisiones.
En el marco de
lo señalado, el estudio realizado por Paúl Córdova es una importante
contribución por su aporte en el análisis de substanciales elementos que han
generado tensiones, avances, frenos o retrocesos, en el camino recorrido por
nuestra democracia a partir de la Constitución de Montecristi, aprobada en el
año 2008, hasta nuestros días.
Este trabajo,
tan meritorio, seguro influirá decididamente en el debate de los sectores
sociales y políticos que no pierden la perspectiva estratégica y su fidelidad
por una democracia radical, directa y participativa. Por ello, es una gran
satisfacción para el Centro Andino de Estudios Estratégicos presentar esta obra
sugestiva que tributa a la realización de una tarea histórica.
Mario Ramos
Director
Centro Andino de Estudios Estratégicos
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