Mario Ramos
14/febrero/2016
La
intervención Rusa solicitada por el gobierno sirio develó sin lugar a dudas que
el “Estado Islámico” fue un engendro de Occidente con EE.UU e Israel a la
cabeza, para llevar a cabo en el escenario sirio una guerra híbrida utilizando como bandera
falsa a “ejércitos libres” compuestos por mercenarios de al menos 80
países.
Hoy
esos grupos terroristas armados y financiados por determinadas potencias
occidentales y monarquías del Golfo Pérsico, en especial Arabia Saudita, están
siendo derrotados, por lo que frente al fracaso de esa inicial estrategia, el servil
Erdogan inicia bombardeos a territorio sirio, las monarquías saudita y catarí amenazan
con enviar tropas e invadir Siria y se espera también un mayor involucramiento
de la OTAN en ese ajedrez caliente. Si persisten y se concretan más acciones
ofensivas, se producirá un escalamiento de la guerra siria a la cual se sumarán
otros países aumentando el riesgo de un enfrentamiento directo entre EE.UU y
Rusia, que indirectamente ya están confrontados, lo que inevitablemente
provocará el alineamiento geopolítico de las naciones de la comunidad
internacional a favor o en contra de ese juego geoestratégico.
La
pregunta clave es ¿por qué Occidente y sus aliados se muestran indiferentes a
una escalada imprevisible del conflicto en próximo y medio Oriente? Ensayamos
la siguiente respuesta: la derrota de los grupos terroristas en Siria es
también la derrota de un concepto estratégico, el de la guerra global e
infinita contra el terrorismo que permitió a EE.UU después de la desaparición
del cuco comunista y del 11S (cada
vez crecen las sospechas que fue un sofisticado auto-atentado con apoyo saudita)
justificar e implementar su política imperialista. La guerra siria ha
demostrado la falsedad e hipocresía de EE.UU y sus aliados en esa supuesta
guerra contra el terrorismo y los ha develado como los innegables auspiciadores
tras bastidores del terrorismo, como lo ha sido durante varias décadas sin que
esto pueda ser comprendido claramente por el ciudadano común. Si el falso
enemigo terrorista ya no permite llevar a cabo una creíble estrategia de
confrontación con fines de sostenimiento de lo que le queda de hegemonía
imperial, es necesario provocar un cambio de concepto estratégico y crear un
nuevo enemigo, uno que permita justificar su enorme gasto militar y su
permanente intervencionismo.
China
y Rusia habían anunciado que no permitirán que se repita el guion libio en
Siria. Ambas naciones están obligadas a frenar la doctrina del “caos
constructivo” que busca provocar zonas de inestabilidad, violencia y
balcanización para lograr lo que lo romanos promovieron para mantener su
imperio, el conocido “divide et impera”. China y Rusia están decididas a
defender el actual orden multipolar producto de la evolución geopolítica que
inició con la caída del muro de Berlín. Aquí encontramos una primera dificultad
para EE.UU ¿cómo fomentar una nueva “Guerra Fría” cuando han surgido nuevas
potencias económicas y políticas y existe un complejo reparto del poder
mundial? Este es precisamente el problema al que aspira resolver los EE.UU
provocando una guerra que obligue al involucramiento de Rusia y China y otras
potencias medianas como Irán con la aspiración de debilitarlas, lo que a todas
luces es una apuesta riesgosa, pero que se comprende en el marco de la crisis
mundial del capitalismo y de frenar su menguante poderío, de otro modo, la
tendencia es a la gradual declinación de EE.UU como única súper potencia.
¿Esta
situación cómo afecta a la CELAC? Se anuncia que Rusia estaría negociando la
instalación de bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua que tienen el
propósito básico de la disuasión frente a la creciente presencia militar
pentagoniana en determinados países de la CELAC, y en previsión de que el fracaso
de la estrategia desestabilizadora y continua acción erosiva contra los
gobiernos nacional-populares o progresistas, haga que el potencial siguiente
paso sea provocar conflictos entre países hermanos, como ya se ha intentado
hacerlo entre Colombia y Venezuela. El objetivo de EE.UU es recuperar el
absoluto control de su “patio trasero” destruyendo el nuevo proceso integrador
de Nuestra América, elemento esencial para sostener su hegemonía mundial.
Sin
enemigo comunista y sin enemigo terrorista, ¿cómo piensa EE.UU disciplinar geopolíticamente
a Nuestra América? Nuestra región ha crecido en estatura estratégica y los
nuevos procesos de integración tienen un buen nivel de consolidación. Como se
ha señalado, eso es lo que se intenta demoler, pero tenemos la confianza que la
experiencia histórica, la madurez geopolítica alcanzada y el reconocimiento de
que tenemos intereses comunes que defender, nos permitirá sortear todas las
presiones y emboscadas para seguir construyendo nuestro autónomo destino por
fuera de juegos geoestratégicos hegemónicos y violentos. EE.UU ha entrado en
una fase de peligrosa irracionalidad y al parecer no dilucida que hoy existen
variables geopolíticas cualitativamente distintas al escenario de la primera “Guerra
Fría”.
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